La sociedad funciona con márgenes, con umbrales y con medidas que limitan y estandarizan todo, incluidas las personas que forman parte de ella. Por ello en muchas ocasiones se vuelve materialista, fría e indolente ante circunstancias humanas como la discapacidad y, a poco que nos descuidemos, consideran a estas personas como “fuera de lo normal”. Competitividad, excelencia, talento, capacitación técnico-profesional, belleza, sofisticación, alta formación, estatus social, ... hoy son algunos de los valores que más manejamos para relacionarnos con los demás, sobre todo en el plano socio-laboral. Ello nos lleva a considerar incompetente a quien posee una discapacidad psíquica o física, por liviana que sea; es como si sólo nos sirvieran los humanos “sin tara”, pues sobre éstos sí que nos planteamos
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